lunes, 22 de septiembre de 2014

Frases del libro: Arráncame la vida de Ángeles Mastretta

*Me sentaba a oírlos y a dar opiniones con toda la contundencia que me facilitaban la cercanía de mi padre y mi absoluta ignorancia.

NO ERA COMÚN QUE LAS MUJERES OPINARAN O CUANDO LO HACÍAN SUS JUICIOS LES PARECÍAN IGNORANTES

*Hablaba conmigo como con las paredes, sin esperar que le contestaran, sin pedir mi opinión, urgido sólo de audiencia.
—Claro que es un pendejo. Y tú qué te metes, ¿quién te pidió tu opinión?
—Vaya con la señorita. No sabe ni cómo se hacen los niños y ya quiere dirigir generales. Me está gustando —

NO TENÍAN LAS MISMAS OPORTUNIDADES QUE LOS HOMBRES, YA QUE COMO MENCIONA LA AUTORIA CASI NINGUNA MUJER IBA A LA ESCUELA DESPUÉS DE LA PRIMARIA, Y AUNQUE SE LES ENSEÑARA MÁS ALLÁ, NO OBTENÍAN UN TÍTULO Y SE TENÍA PROHIBIDO ENSEÑAR A OTROS A LAS MOJAS CLANDESTINAS

*Estaba prohibido que enseñaran, así que ni título ni nada tuve. Salí con mediana caligrafía, algunos conocimientos de gramática, poquísimos de aritmética, ninguno de historia y varios manteles de punto de cruz.
altar.


AL PRINCIPIO ERA SUMISA Y ACEPTABA LO QUE SU PAREJA DESEABA, HASTA ESTUVE DISPUESTA A DEJAR SU ILUSIÓN DE CASARSE POR LA IGLESIA,


*Yo me hubiera casado en Catedral para que el pasillo fuera aun más largo. Pero no me casé. Andrés me convenció de que todo eso eran puras pendejadas y de que él no podía arruinar su carrera política. Había participado en la guerra anticristera de Jiménez, le debía lealtad al Jefe Máximo, ni de chiste se iba a casar por la iglesia. Por lo civil sí, la ley civil había que respetarla, aunque lo mejor, decía, hubiera sido un rito de casamiento militar. Lo estaba diciendo y lo estaba inventando, porque nosotros nos casamos como soldados.


NO SÓLO HABLABA DEL MACHISMO COMO EL PODER SOBRE LA MUJER, SINO QUE ADEMÁS SE HABLA DEL PODER JERÁRQUICO, EN DONDE LAS PERSONAS


*La acepto, prometo las deferencias que el fuerte debe al débil y todas esas cosas, así que puedes ahorrarte la lectura. ¿Dónde te firmamos? Toma la pluma Catalina.

*De Ascencio, póngale ahí, señora  —¿Tú pusiste de Guzmán? —pregunté. —No mija, porque así no es la cosa. Yo te protejo a  ti, no tú a mí. Tú pasas a ser de mi familia, pasas a ser mía

*Para que no diga que “no se pusieron sus moños” pellizcándome la cintura, y para que lo oyera mi papá. Y que le hubiera gustado tener que amenazar a mi padre. Le había dicho que se quería casar conmigo, que si no le parecía, tenía modo de convencerlo, por las buenas o por las malas. 

*Años después, cuando su hija Lilia se andaba queriendo casar, Andrés me dijo: —¿Piensas que yo voy a ser con mis hijas como tu papá contigo? Ni madres. A mis hijas no se las lleva cualquier cabrón de la noche a la mañana. A mis hijas me las vienen a pedir con tiempo para que yo investigue al cretino que se las quiere coger. Yo no regalo a mis crías. El que las quiera que me ruegue y se ponga con lo que tenga. Si hay negocio lo hacemos; si no, se me va luego a la chingada. Y se me casan por la iglesia, que ya se jodió Jiménez en su pleito con los curas.

*—Yo quiero jugo de naranja —dije. —Usted se toma su café y su chocolate como todo el mundo. No meta el desorden —regañó Andrés. —Pero es que yo no puedo desayunar sin jugo.  —Usted lo que necesita es una guerra. Orita mismo aprende a desayunar sin jugo. ¿De dónde saca que siempre va a tener jugo?
CREEN QUE LE PERTENECEN AL CASARSE

*—Está bien. Tómate tu jugo, pareces gringa. ¿Qué campesino amanece con jugo en este país? Ni creas que vas a tener siempre todo lo que quieras. La vida con un militar no es fácil. De una vez velo sabiendo. Y usted don Marcos, acuérdese que ella ya no es su niña y que en esta mesa mando yo
—¿Aquí? —dijo Teresa que tenía un sentido del ridículo profundamente arraigado. Usted está loco. —¿Qué dijiste? —preguntó Andrés. —¡Mucha suerte, muchas felicidades! —gritó Bárbara echándonos arroz en la cabeza. Mucha suerte Cati —decía y metía el arroz por mi pelo, y me lo sobaba en la cabeza acariciándome. Mucha suerte —seguía diciendo mientras me abrazaba y me daba besos hasta que las dos empezamos a llorar.

*Andrés se levantaba con la luz, dando órdenes como si fuera yo su regimiento.              Corría alrededor de la cama repitiendo un discurso sobre la importancia del ejercicio. A veces me quedaba tanto tiempo que Andrés volvía del baño en el que se encerraba con el periódico, y gritoneaba: —Órale güevoncita. ¿Qué haces ahí pensando como si pensaras? Te espero abajo, cuento a 300 y me voy. —Doscientos noventa y ocho, doscientos noventa y nueve. Otra vez no te dio tiempo de ponerte las botas. Vieja lenta —decía subido en el Ford y acelerando.

*Pesadilla salía corriendo como si yo se lo hubiera pedido. No podía sostenerme sin golpear la silla con las nalgas a cada trote. Me salían moretones. En las tardes se los enseñaba a mi general que se moría de la risa. —Es que las azotas contra la silla. Apóyate en los estribos cuando corras. Oía sus instrucciones como las de un dios. Siempre me sorprendía con algo y le daban 0risa mis ignorancias. —No sabes montar, no sabes guisar, no sabías coger ¿A qué dedicaste tus primeros quince años de vida? —preguntaba

LOS DEBERES DE LAS MUJERES ERAN ESTAR EN LA CASA, CUIDAR DE LOS HIJOS, COCINAR, SER COMPAÑÍA Y GUSTO DEL ESPOSO, POR ESTO LAS MUJERES DEBERÍAN DE APRENDER A SER SUMISAS,
CONOCÍAN POCO DE LA SEXUALIDAD, DE , POR ESTO ERAN FÁCILES DE ENGAÑAR Y DE MANIPULAR, PERO LAS MUJERES SIEMPRE FUERON CAPACES, SÓLO QUE NO SE LES DABA LA OPORTUNIDAD DE CONOCER

*Entré a clases de cocina con las hermanas Muñoz y me hice experta en guisos.
Mónica llorando porque Pepa le había asegurado que si
alguien le daba un beso de lengua le hacía un hijo.

*—Adrián ayer me dio uno de ésos cuando se distrajo mi mamá —decía entre sollozos.
Lo que hice fue llevarlas con la gitana del barrio de La Luz. A mí no me iban a creer nada.
Cuando les pregunté si sabían para qué servía el pito de los señores, Pepa dijo:
—¿No para hacer pipí?
Ahorita yo lo quiero –pensé— quién sabe después. Me contestó con un ronquido
Andrés pasó cuatro años entrando y saliendo sin ningún rigor,
viéndome a veces como una carga, a veces como algo que se compra y se guarda en un cajón y a veces como el amor de su vida

MUESTRA LA AMBICIÓN POR EL PODER, LA AVARICIA

LOS HOMBRES PODÍAN SER INFIELES A SU MUJER Y TODO PARECÍA SER TAN NORMAL, PERO CUANDO UNA MUJER LE HACÍA ALGO ASÍ A SU ESPOSO SERÍA LO MÁS DEVALORADO

¨*Estaba poseído por una pasión que no tenía nada que ver conmigo, por unas ganas de cosas que yo no entendía. Era una escuincla. Creo que desde entonces se convirtió en un peligro público y que desde entonces conoció a Heiss y a sus demás asociados y protegido
Yo al principio no sabía de él, no sabía de nadie. Andrés me tenía guardada como un juguete con el que platicaba de tonterías, al que se cogía tres veces a la semana y hacía feliz con rascarle la espalda y llevar al zócalo los domingos.

*Pepa ahogada en lágrimas con Anita de Montemar mientras Mónica y yo nos carcajeábamos de tanto padecimiento pendejo. La ayudábamos a coser sus donas. Se iba a casar con un español taciturno y feo que quién sabe por qué le gustó para marido. Nosotras hablábamos muy mal de él cuando ella no estaba, pero nunca nos atrevimos a decirle que mejor lo cambiara por el muchacho alto que a veces le echaba risas a la salida de misa. Total se casó con el español que resultó un celoso enloquecido. Tanto, que a su casa le mandó quitar el piso de los balcones para que ella no pudiera asomarse.


CAPÍTULO 4:

*Tenía yo diecisiete años cuando nació Veranea
—No sé para qué te traje, Catín —me decía—. Mejor hubiera yo invitado a otra mujer. No
has visto el paisaje, ni me has cantado, ni te has reído. Has sido un fraude.

MUCHAS VECES CATALINA ACEPTABA QUE ERA UN FRAUDE Y SE CULPABA DE LAS COSAS QUE PASABAN


*Todo el embarazo fui un fraude. Andrés no volvió a tocarme dizque para no lastimar al niño y eso me puso más nerviosa, Tenia razón. Yo no hubiera ido conmigo a ninguna parte.
Menos a los toros donde las mujeres eran bellísimas y con las cinturas tan delgadas.
La niña tenia un mes y yo los pezones llenos de estrías cuando Andrés entró a la casa con
los dos hijos de su primer matrimonio. Virginia era unos meses mayor que yo. Octavio nació en octubre de 1915 y era unos meses menor. 

*Se pararon en la puerta del cuarto donde yo estaba. Mientras su mujer gritaba con los demás, Andrés mentaba madres y se pendejaba seguro de que por ahí no iban a lograr nada.

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